1ra sesión, 13/11/68, “De la plusvalía al plus de gozar”
Lacan comienza afirmando que la esencia de la teoría psicoanalítica es
un discurso sin palabras, articulando las nociones de discurso y
estructura, preanunciando la escritura de los cuatro discursos que
emprenderá en el seminario próximo (“El reverso del psicoanálisis”)
Luego hace alusión al estructuralismo, que por aquellos días constituyó
una etiqueta “para englobar a unos cuantos cuyo trabajo había trazado
hace mucho tiempo algunos caminos de este discurso.” (pág 11, Edición Paidós)
Este
seminario debe contextuarse en los acontecimientos de mayo de 1968 y en
las disputas teóricas entre el existencialismo y el estructuralismo.
Lacan plantea que hay una homología entre la plusvalía marxista y
el objeto a, lo que designará con el concepto de plus-de-gozar.
El discurso analítico demuestra en la renuncia al goce, un efecto del discurso.
En este contexto, el discurso es articulado al campo del Otro, en homología con el mercado en el circuito de la plusvalía.
“El plus de gozar es función de la renuncia al goce por el efecto del
discurso. Eso es lo que da su lugar al objeto a (… ) así, el plus de
gozar permite aislar la función del objeto a.” (pág. 18)
En la continuación afirma que el discurso implica al sujeto, como lo que el significante
representa para otro significante, lo que supone una “pérdida de
mismidad”: “ ¿cómo algo de éste sujeto que desaparece cuando surge (…)
puede constituirse y hacerse pasar por algo que se satisface por ser
idéntico a sí mismo?” (pág. 20)
“Hay una pérdida de identidad que se
llama, hablando con propiedad, objeto a. Esto es lo que indica la
teoría de Freud respecto a la repetición.” (pág. 20)
“En nuestro
nivel sólo cuenta esta pérdida. No idéntico de aquí en más a sí mismo,
el sujeto ya no goza. Algo está perdido y se llama el plus-de-gozar.”
(pág. 20)
Para dar cuenta de esta pérdida, Lacan afirma que las
configuraciones económicas son más propicias que las provenientes de la
termodinámica, que se le ofrecían a Freud.
En la definición del
sujeto como causado por la relación intersignificante, se plantea algo
que “nos prohíbe para siempre atraparlo”.
Sin embargo, esto da
ocasión de percibir que lo que da la unidad al sujeto es el fantasma ($
a), la relación, la soldadura, el congelamiento que hace posible
unificar un sujeto como sujeto de todo discurso. (pág 21)
El
fantasma entonces es lo que brinda la consistencia de esa relación entre
sujeto y objeto, donde se produce algo que ya no es sujeto ni objeto,
sino un congelamiento del efecto de significación.
Por apertura del
juego del organismo, el objeto puede asumir la figura de estas entidades
evanescentes cuya lista va del seno a la deyección, de la voz a la
mirada: son fabricaciones del discurso de la renuncia al goce. En torno
de ellos puede producirse el plus de gozar. (pág. 21)
El Otro es el
campo de la Verdad donde el sujeto adquiriría consistencia, pero no hay
en el campo del Otro la posibilidad de entera constitución del discurso.
Si la consistencia no puede asegurarse en el Otro, ¿dónde está la
Verdad sino en aquello por lo que responde la función del objeto a?.
Reseña: Sebastián Sica
Lectura e investigación de los Seminarios y Escritos de Jacques Lacan.
domingo, 27 de agosto de 2017
Breve nota sobre el ingreso: la función del barquero.
Breve
nota sobre el ingreso: la función del
barquero.
En la mitología
griega, Caronte ( ‘brillo
intenso’) era el barquero del Hades, el encargado de guiar a las sombras
errantes de los difuntos recientes de un lado a otro del río Aqueronte si tenían
un óbolo para pagar el viaje- razón por la cual en la Antigua Grecia los
cadáveres se enterraban con una moneda bajo la lengua. Aquellos que no podían
pagar tenían que vagar cien años por las riberas del Aqueronte, tiempo después
del cual Caronte accedía a llevarlos sin cobrar.
La pregunta que ponemos en forma es: ¿Cómo resolver el
ingreso a un dispositivo de formación de psicoanalistas sin apelar a
procedimientos burocráticos que pongan en primer plano criterios de pertenencia
-a tal o cual “facción” de pensamiento teórico- o de política del
psicoanálisis?
Es sabido que en determinados ámbitos, la cuestión del
ingreso se promueve mediante rituales consistentes en que el candidato se
presente ante una comisión o algún
tribunal (o figuras semejantes), y exponga las razones de su voluntad,
las que luego son “evaluadas” en función de ideas coloridas, tales como “el
deseo decidido”, “el deseo del analista”, “con quien se analiza”, “si su
analista es analista” (¿?) y demás.
Nada que objetar a tales mecanismos – sólo el interrogante
acerca de si no se trata de formas ligadas al discurso del Amo como aquel que
dicta lo que marcha y lo que no marcha -reverso del discurso analítico que
Jacques Lacan propone para los dispositivos de formación.
Pero ¿de qué modo se supone que dichos coloridos criterios
resulten una garantía para propiciar un colectivo de trabajo que intente
fundarse en el discurso analítico?
Más aún: ¿desde qué lugar se emiten los juicios y se
producen las evaluaciones acerca del “deseo del ingresante”? ¿Acaso desde un
lugar de saber a priori sobre eso que permitiría responder por sí o por no?
Dado que no es el Significante Amo (S1) sino el objeto a el que comanda en el discurso analítico, entonces nuestra
respuesta provisoria será: ninguna burocracia que dictamine sobre el asunto,
sino el simple deseo de articularse al dispositivo será suficiente para el
ingreso.
La deliberada ausencia de procedimientos automáticos y
burocratizados no significa, sin
embargo, la lógica de la puerta giratoria. Ningún juicio, ninguna evaluación
prohibitiva, ninguna comisión
examinadora, pero sí la puesta en acto de una función que opere el movimiento
de pasaje: la designamos como la función
del barquero.
El barquero será
la función que cualquier integrante del dispositivo podrá cumplir frente al
azar de recibir una demanda de ingreso.
Se trata, por un lado, de transmitir la modalidad de trabajo
del CIL y los fundamentos del dispositivo en una relación de uno a uno que implique alojar y acompañar la
entrada de quien desee sumarse.
Es decir, poner en acto la premisa propia del psicoanálisis:
la dimensión de lo singular. Uno por uno, sin que se interpongan criterios de
selección arbitrarios sostenidos desde algún Ideal.
Al mismo tiempo, por otro lado, será función del barquero
subrayar – en el sentido más simple de acentuar, que no equivale a
demandar- cuál es el único óbolo
simbólico requerido por el dispositivo para con el ingresante: la puesta en
forma de un deseo de saber.
Esto es lo mismo que decir : constituirse como analizante respecto de la propia demanda
de formación, frente a la cual el dispositivo no constituye garantía alguna,
sino el medio, artefacto o instrumento con la que dicha demanda se podrá
poner a trabajar.
Es un simple recordatorio de la propuesta lacaniana para la
formación de los analistas, en la medida en que la del psicoanalista es una posición discursiva que no surge como
resultado de la acumulación de algún saber académico, sino más bien de una
singular manera de situarse frente al no-saber, la docta ignorancia y cuyo
correlato clínico es designado con el término analizante acuñado para señalar
la posición desde la que es posible el forzamiento del no-querer-saber-nada-de-eso.
Sumarse a un colectivo de trabajo bajo el concepto de socio en un espacio que propicie la
labor conjunta, pero a condición de avanzar sobre preguntas particulares
conservando el rasgo de lectura propio, es la oferta constituida del Campo de
investigaciones lacanianas.
Suscribirse a:
Entradas (Atom)